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Segundo Domingo de Cuaresma (Letra E)

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(pegar en el mural la letra E a continuación de la letra J)

Del evangelio según san Mateo:

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto.  Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.  De repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.  
Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”.  
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz desde la nube decía: “Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco.  Escuchadlo”.  
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.  Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: “Levantaos, no temáis”.  Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.  Cuando bajaban del monte, Jesús les mandó:”No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”.
(Mt 17, 1-9)

Palabra de Dios

¡Qué bonito estar a gusto cuando estamos cerca de Dios!  Sentir como Pedro, paz y alegría al estar con él.  Es una experiencia “grande” pero que a veces no se muestra… fácilmente.  
En campamentos, con amigos, en familia, en momentos de oración, en alguna eucaristía hemos dicho como Pedro: ¡Qué bien se está aquí! y quisiéramos que se parase el tiempo.

Pero luego vienen los problemas, la debilidad, las prisas, el egoísmo, el pecado... y nos vamos lejos de Dios.
¿Cómo conseguir fuerzas para volver? La esperanza nos la da Jesús en el monte Tabor.  Verlo transfigurado fue una fuente de esperanza y de fortaleza para sus discípulos que tendrían que padecer sufrimiento y persecución.
También para nosotros es una suerte saber… o tener fe en que Jesús es el Hijo de Dios, el amado, en quién Dios se alegra.  Y en Él está nuestro camino y nuestra salvación.

Padre Nuestro

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