
Entre las muchas enseñanzas de Jesús, hoy nos fijamos en ésta:
«Así, pues, todo lo que queráis que haga la gente con
vosotros, hacedlo vosotros con ella; pues esta es la Ley y los Profetas». (Mt 7,
12)
Es una norma de comportamiento tan hermosa, pero a veces, tan difícil de practicar...
Sobre todo cuando estás en apuros, como le sucedió al equipo canadiense de sprint femenino de esquí en los Juegos Olímpicos de invierno de 2006.
Iban en cabeza, con Sara Renner, pero se le rompió el bastón, y pronto la fueron superando sus rivales. Parecía que se acababa todo. De repente, entre los espectadores, salió uno que le dio un bastón. Era el entrenador del equipo noruego, Bjoermar Haskenmoen.
Este gesto fue clave para que las canadienses acabaran la carrera y lograran la plata, a tan solo 6 décimas de las suecas, mientras que el equipo noruego, que había marcado el mejor tiempo en las series de semifinales, acabó en cuarto lugar y perdió el podio.
Para muchos, de no haber sido por esta generosidad de Haskenmoen, las canadienses nunca hubieran acabado segundas, y seguramente las noruegas habrían logrado el bronce.
Varios periodistas le preguntaron a Haskenmoen por qué se había comportado así, y él respondió:
«Si no ayudas a alguien cuando debes hacerlo, ¿qué clase de victoria consigues?».
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