
Ayer, 24 de septiembre, se celebraba la Virgen de la Merced, una devoción catalana muy antigua (si estuviésemos en Barcelona habríamos tenido ¡¡un puente de cuatro días!!).
Esta advocación viene de la Orden religiosa de los mercedarios, que tenían un modo de vida de lo más sorprendente. Entre las muchas cosas a que se dedicaban, liberaban a los presos, consiguiendo dinero para pagarles el rescate.
Pero si no podían conseguir todo el dinero, ¿sabéis lo que hacían? Pues llegaba el fraile mercedario a la cárcel donde estaba el preso, y hacía un intercambio: el fraile se quedaba en su lugar en la celda, y cumplía los años que le quedaban de condena, y el preso se iba libre a casa.
Y en aquella época las cárceles no eran las de ahora, y los tratos eran infrahumanos...
Piensa por un momento: si estuvieras en la situación de ese preso ¿te gustaría que viniera un fraile mercedario a liberarte?
¿Y alguno sería capaz de algo así, de tanta generosidad?
Vamos a dar gracias a Dios con María, Nuestra Madre, rezando un Ave María:
Dios te salve, María, llena eres de gracia,
el Señor es contigo.
Bendita tú eres entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre: Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
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